
¿No te ha pasado alguna vez que habiendo alcanzado lo que creías era la culminación de alguna tarea u objetivo que requirió mucho esfuerzo este no era tal, sino todo lo contrario, y se convertía en el principio de otro sinuoso camino o ruta intrincada? Ahora es cuando empiezas a recordar que lo experimentaste muchas veces caminando en la sierra buscando alguna remota laguna, catarata o algún pueblo con nombre de difícil recordación. Te ves caminando horas de horas, cuesta arriba, sólo para, en lo que creías era tu último aliento, darte cuenta que apenas empezaba la excursión. Podrías hacer lo que la mayoría hace en estos casos: darte un respiro, evaluar la ruta, admirar el bello paisaje a media altura y retomarla; pero no, tú no, terco por vocación, impaciente irresponsable, tonto obstinado como tu raza, no aprendes. Sigues caminando, confiado en tu desprestigiado instinto, sin detenerte a contemplar esas hermosas partes que sumadas hacen el todo maravilloso que quizá nunca hallarás. A estas alturas interrumpo tu trance casi psicoanalítico para hacerte entender que llegaste a un momento en tu vida en que caíste en la cuenta de que tu mundo está lleno de esos momentos y que, últimamente (luego de tu huida real-mágico-maravillosa), otra vez, estuviste cerca, muy cerca de lo que buscas,
casi lo tocas y lo acaricias, casi estuviste a punto de atraparlo, pero se marchó...
2 comentarios:
Trufas de chocolate
No sabía que detestaba el Cabernet Sauvignon hasta que lo probé, no sabía que fumar un Marlboro esta noche, me haría extrañar mi habitual lucky, no sabía que una trufa de chocolate compartida podría encender la llama de algo que ya creía lejano, casi extinto.
Para quién ha vivido tanto - y no me refiero precisamente a los años, sino a la experiencia acumulada - discernir o diferenciar entre lo ordinario y extraordinario , contrario a lo que podría creerse, resulta terriblemente difícil.
Para quiénes la experiencia de vida es menor, para quiénes el mundo aún tiene sus misterios y encantos, para quiénes creen que aún hay más que descubrir, y sobretodo para quiénes no han perdido aún la capacidad de conmoverse y sorprenderse, la vida, aunque sencilla, cobra un giro y un sentido ciertamente distinto.
Para los experimentados, se vuelve una agonía discernir aquella inigualable chispa adecuada entre los innumerables destellos que se le presentan, se olvidan que estos últimos aunque brinden luz, son simples ráfagas que se apagan casi instantáneamente, a diferencia de la primera, que mantiene su escencia intacta por largo tiempo, ya que su durabilidad radica en su naturaleza genuina.
No podía dejar de pensar en eso, ahora que terminaba mi segundo marlboro, que aunque sacie mi necesidad de nicotina, no es el lucky que prefiero, ni tampoco hubiera averiguado lo ínsipido que me sabe el Cabernet si es que anoche no lo hacía trascender a mi paladar, y mucho menos me habría dado cuenta de que aquella tierna llama, aún seguía vigente dentro de mí, por eso he decidido quedarme con esa imagen, la de poner un trocito de trufa en tu boca o dártela a comer de la mía, porque al final lo nuestro aunque no tenga forma definida ni parámetros establecidos, se parece a la trufa de chocolate, dulce al inicio, ligeramente amargo en el momento del saboreo, pero cuando se acaba, te quedas con ganas de más.
Por eso, estoy absolutamente segura que aunque pruebes otras bocas, ninguna te sabrá a la mía, no habrá quien tenga las pestañas suficientemente largas como para hacerte cosquillas en los párpados, quizás se detengan a besar pero no a contar tus lunares, encontrarás respuestas rápidas, pero no siempre esas que te hacen reir, y mover la cabeza como diciendo " solo tú podías decir eso". Yo no puedo leer tu mente, ni quiero hacerlo, porque si ese día llegara, dejaría de quererte y dejarías de ser el hombre interesante que aún creo que eres.
No importa que digas que lo que decidiste publicar hoy, lo tenías hace tiempo en borrador, yo solo sé que esta noche me reflejé en Galatea de las Esferas, hay algo de mí en esas palabras, quizás algo de anoche, un recuerdo que se difumina, pero que guardo en mí.
Aunque a veces me encuentre con una mirada perdida y vacía, aún puedo ver un reflejo de lo que solías ser, de lo que alguna vez fuiste, y como es parte inherente de ti, quizás algún día vuelvas a ser.
Otra vez estuviste cerca, pero el libro de los besos y las flores con todo y por ti, solo revelarán su misterio cuando pierdas el temor de volverte a entregar, mientras tanto se escapa sin promesa de volver y sin sin dar adiós definitivo.
Este sábado será bueno reencontrarnos, sin hablar del ayer, respirar aire fresco, caminar, reirnos, quizás brindar y vivir, solo eso, vivir.
PD: Quería saber que se sentía ser anónima.
Me enternece el comentario de Aónimo, y tú escrito se opaca con el comentario...
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